Avance del ensayo argumentativo

Filosofía latinoamericana: ¿realidad, meta o utopía?

Al contemplar el horizonte cultural de nuestros pueblos a lo largo de estos dos siglos de independencia, los intelectuales latinoamericanos han reflexionado muy a menudo sobre la identidad, los rasgos, las cualidades y las características de nuestros pueblos. Casi desde sus inicios, una de las grandes preguntas formuladas fue sobre la posibilidad de existencia de una filosofía latinoamericana, entendida no tanto como una filosofía en América Latina, sino como una surgida de ella, de sus contextos, con sus aportes y derroteros propios. Esta pregunta ha sido respondida con multitud de enfoques diferentes: ya como una realidad patente, ya como una meta a la cual se tiende, ya como una utopía caracterizada por una mala comprensión ya de la disciplina, ya de la propia idiosincrasia. Pero, ¿cuál de estas descripciones es la que más se ajusta a los hechos?
Para poder responder adecuadamente a esta última interrogante, es preciso descomponer la cuestión en temas más simples—siguiendo el consejo de Descartes—. Así, pues, en este escrito primeramente procuraremos comprender qué es la filosofía, valga decir, qué hace que un tipo específico de pensamiento humano sea considerado con propiedad como filosófico. En segundo lugar, a partir de esta clarificación sobre la disciplina en sí, buscaremos dilucidar si el tipo de actividad humana que recibe tal nombre puede tener "apellido", es decir, si es adecuado hablar del carácter regional, latinoamericano, del pensamiento. Finalmente, diremos alguna palabra sobre lo que en nuestra opinión debería caracterizar al quehacer filosófico de América Latina, tanto si lo aceptamos como propio de ella, como si lo consideramos aún importado e inculcado.
Entrando así en la consideración de la primera cuestión, sobre qué es la filosofía, podemos encontrar diversas respuestas y opiniones. El  Diccionario de la Real Academia Española, en su vigésimo tercera edición, define esta disciplina como el "conjunto de saberes que busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano"[1]. La misma línea sigue Melendo, que indica que
la filosofía constituye en substancia un tipo de saber, con el que se intenta dar respuesta a los interrogantes claves de la vida: los absolutamente típicos de ¿quién soy yo? ¿de dónde procedo? o ¿a dónde me encamino? y los también bastante incitantes del sentido del dolor, el del sufrimiento del inocente, el de la naturaleza y límites de la libertad y la misión y el alcance del amor, el de la discriminación entre lo bueno y lo malo, entre lo que «se puede» (técnicamente) hacer y lo que «es lícito» o ético llevar a cabo, el del final del transcurrir terreno, quebrado por la irrupción de la muerte, el de la existencia o no de un más allá después de esta vida, de un Ser supremo justo, omnipotente y remunerador... y bastantes otros por el estilo. Desde este punto de vista, cualquier persona «filosofa» por cuanto, antes o después, busca en la vida algo más que lo mera y chatamente cotidiano: todos, y de manera muy especial los jóvenes, aspiran a conocer el sentido de su paso por esta tierra, condición ineludible para acceder a la felicidad.[2]
Otros autores, en cambio, son más reacios a definir expresamente qué es la filosofía. Manuel García Morente, por ejemplo, en sus Lecciones preliminares de filosofía, rehúsa explicitar qué es dicha disciplina, aduciendo que es imposible, pues "no se puede definir la filosofía antes de hacerla; como no se puede definir en general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes de entrar directamente en el trabajo de hacerla"[3]. José Ferrater Mora, al tratar la cuestión en su Diccionario de Filosofía, la introduce comentando que "las definiciones de la filosofía son múltiples. Común a ellas sólo parece ser el hecho de que, como lo ha observado Simmel, la filosofía es en los diversos sistemas filosóficos el primero de sus problemas."[4] Esto significa, según Ferrater Mora, que cada sistema filosófico responde a la pregunta de forma distinta, y que en realidad se podría decir que cada uno le da una respuesta parcial; la totalidad del significado no podría ser alcanzada, pues es uno de esos casos en los cuales el todo es más que la suma de las partes. Sin embargo, señala el filósofo español que la misma pregunta "¿qué es la filosofía?" es eminentemente filosófica.
¿Cómo podemos, entonces, definir qué es filosofía, para poder decir si es posible que exista una latinoamericana? Ante todo, creo que la posición del padre García Morente es muy adecuada y realista, pues solo después de adentrarse en el pensamiento filosófico, de conocer a los diferentes autores y de hacer un recorrido por los diversos problemas—y por ende, por las grandes ramas de este saber— es posible hacerse una idea medianamente completa de qué es filosofía. Y creo que, en la formulación de la pregunta misma está el secreto para su respuesta: el uso del verbo ser. Lo que distingue a la filosofía, desde sus primeras formulaciones reconocidas en occidente con Tales de Mileto hasta los pensadores de esta época postmoderna, es su preocupación por el ser, no solo en la dimensión metafísica, sino más ampliamente, en la búsqueda del sentido último. El qué es filosófico no es solamente una pregunta por la esencia, sino por el significado, el valor de todo contenido de la experiencia humana, vale decir, de la realidad: todo lo que el hombre encuentra, vive, realiza, también pasa por la gran pregunta de su sentido, de su lugar en el gran todo, y de su relación con el mismo ser que se plantea dichas cuestionantes.
La filosofía, pues, sería el saber humano que se preocupa por el sentido último de la realidad como todo y en sus partes. Todas las ramas de la filosofía entrarían en esta búsqueda de significación; y la filosofía queda desnudada, ante todo, como una búsqueda de respuestas a través de preguntas, es decir, un proceso inquisitivo, a veces inquisitorial, que primero se vive, y luego se estructura. De ahí los diferentes enfoques de filosofía que, señala Ferrater Mora, aporta cada sistema filosófico: primero se da el pensamiento, luego su estructuración. ¿Quiere decir esto que todo pensamiento humano es filosófico? No, ciertamente, sino solo aquél que manifiesta la búsqueda de sentido de una realidad. Y, ¿quiere decir esto que solo una expresión determinada caracteriza a un pensamiento como filosófico? De nuevo la respuesta es negativa. El proceso inquisitivo que es la filosofía se puede expresar de diferentes maneras: lo importante es su contenido, no el vehículo de tal contenido. Esto ya lo demostraron Platón con sus mitos, Sartre con sus obras de teatro y Unamuno  y Dostoievski con sus novelas; una concepción basada solamente en el método peca de superficial y elitista, quedándose solo en una dóxa que es mera apariencia.
Podríamos ahondar más en el tema en cuestión, y quizá lo hagamos alguna vez en otro escrito, pero para efectos de este ensayo, la primera cuestionante ha quedado suficientemente respondida. A partir de ello cabrá preguntarse: ¿existe una filosofía latinoamericana?, es decir, una filosofía que pueda efectivamente considerarse como propia de América Latina. La interrogante es compleja y presenta muchos matices: primero, si la filosofía puede ser adjetivada de forma regionalista, siendo ante todo una acción humana, realmente humana; segunda, si en América Latina se ha realizado filosofía realmente propia, o más aún, si en ella se ha hecho realmente filosofía. Comenzaremos, esta vez, por el segundo matiz señalado.
En este punto, el debate se centra en sí realmente de Latinoamérica ha surgido un aporte propio, que le consagre como un auténtico centro de desarrollo del pensamiento filosófico; además, (...)



[1] Real Academia Española. (s.f.). Filosofía. Recuperado de http://dle.rae.es/?id=Hw9B3HA
[2] Melendo, T. (2007). Introducción a la filosofía, 3a Ed. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, S.A. p. 15.
[3] García Morente, M. (1980). Lecciones preliminares de filosofía. México: Editorial Porrúa. pp. 4s.
[4] Ferrater Mora, J. (1964). Filosofía. En Diccionario de Filosofía. Volumen 2. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. p. 662.

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