Resumen del prólogo de André Saint-Lu a la "Historia de las Indias" de fray Bartolomé de las Casas
Dentro de las muchas obras de fray
Bartolomé de las Casas, sobresale la Historia
de las Indias a causa de su atribulada historia—pasó tres siglos inédita—,
su densidad de contenido, su valor historiográfico y la complejidad y el cuidado
de su redacción. Como obra histórica, goza de gran validez al aprovecharse de
gran cantidad de fuentes directas, incluyendo diarios de Cristóbal Colón, y al
ser escritas por un testigo presencial de muchos de los acontecimientos en ella
narrados. El propósito de la obra era revelar la verdad acerca del contacto
entre Europa y América, especialmente con relación a los abusos y desmanes
sufridos por los indígenas americanos por parte de los españoles.
Originalmente la obra estaba planeada
para constar de seis libros, cada uno detallando los acontecimientos de una
década—excepto el primero, dado su cota inferior—, empezando en 1492 por el
descubrimiento de América por parte de los europeos. De las Casas dejaba
abierta, eso sí, la opción de ampliarla si los acontecimientos lo ameritaban, y
Dios así se lo permitía.
La redacción final, sin embargo, es más
breve, al estar compuesta solo de tres libros; en el tercero aún hay trazas de
un proyectado libro cuarto, pero con gran conciencia en que todo dependería de
que la avanzada edad de su autor no se interpusiera. El libro II es el menos
extenso, con solo 68 capítulos; los libros I y III poseen, respectivamente, 182
y 167. La relación de los acontecimientos sigue generalmente el orden
cronológico, con algunas disgresiones y perturbaciones causadas conforme se
multiplican incursiones, expediciones y protagonistas. El detalle con respecto
a la vida de Cristóbal Colón es muy alto; llama la atención, por contraste, la
omisión de la narración de la conquista de México; sin embargo, Saint-Lu lo
interpreta más como un tema que, por haberse dejado al proyectado libro IV,
nunca llegó a nuestros días de la pluma de De las Casas.
La Historia
es no solo narración, sino también comentario de los hechos por parte del
autor; dichos comentarios, ampliamente desarrollados, son parte no solo
integral, sino también central de la obra, respondiendo al interés de su autor
por mostrar la crueldad con que fueron tratados los "indios" por
parte de los españoles. La presentación general por parte del fraile contrapone
a los indígenas—pacíficos, civilizados, y llenos de virtudes, pero paganos y
requeridos de evangelización— y a los españoles—violentos, viciosos, codiciosos
y que usaron el Evangelio, del cual la Providencia Divina los había designado
como portadores para los amerindios, como excusa para la subyugación y
destrucción de las Indias Occidentales—.
Resalta la importancia de dos temas: la
relación de la vida y obra de Cristóbal Colón—visto desde el providencialismo
lascasiano como aquel designado y elegido por Dios para descubrir el Nuevo
Mundo, y por ende iniciar la evangelización de los buenos pueblos que en él
habitaban— y la narración de las acciones tomadas por el mismo De las Casas en
favor de los indígenas—labor que el autor descubrió como de importancia
histórica, y por ello se decidió a dejar constancia de ella; además, también se
creía elegido por Dios para desempeñar dicho papel—.
Originalmente la Historia de las Indias formaba
un solo documento con las ideas que finalmente se desarrollaron en la Apologética Historia de las Indias, es
decir, la prueba de la racionalidad de los indígenas y su consiguiente
capacidad de ser atraídos por la mera predicación del Evangelio; sin embargo,
los textos se separaron aún en una fase temprana de composición, probablemente
al darse cuenta su autor de la amplitud necesaria para una única obra con tal
multiformidad de temas a tratar.
La obra se escribió de forma
intermitente, y según los períodos de escritura de que pudiera gozar el fraile,
con la redacción más continua datada entre 1552(con la publicación el prólogo)
y 1560. En 1559 fue entregada en su forma actual al Colegio de San Gregorio de
Valladolid con instrucciones de no ser publicada hasta cuarenta años después. a
inicio de siglo; dicho secretismo fue motivado seguramente por el contexto
desfavorable hacia los indiófilos de la época, particularmente resaltado por el
proceso contra el arzobispo Carranza de Miranda.
Para De las Casas, según la misma obra,
y citando a Flavio Josefo, se escriben historias por cuatro razones: para
mostrar la elocuencia y granar fama y gloria; para complacer a los príncipes
aclamando sus acciones; para restablecer la verdad alterada por otros; y para
dar a conocer los hechos notables pero olvidados. Señala el fraile que dada su
condición de religioso, ni la primera ni la segunda le convienen, y lo que
busca es mostrar la realidad de los hechos ocurridos en las Indias Occidentales,
maquillados y deformados por los cronistas que ya los han puesto por escrito;
concretamente, buscará dar a conocer la crueldad de los españoles para con los
amerindios, y la desproporción de sus acciones con respecto a aquellos que
deberían haber sido evangelizados, y fueron subyugados. Critica en la obra a
historiadores que le precedieron en la narración del Encuentro de Culturas,
pero sin haber sido testigos o sin tener real conocimiento de lo que ocurrió;
el principal aludido es, sin duda, su rival Oviedo.
Los hechos históricos responden en la
visión del dominico al cuidadoso designio de la Providencia—en una
interpretación de sabor agustiniano—, guiados por leyes tales como el principio
universal de la predestinación—incontestable para De las Casas—: el
descubrimiento de América por parte de Europa fue querido por Dios, eligiendo
de antemano a sus protagonistas—Colón, los Reyes Católicos, el mismo De las
Casas— para llevar la luz del Evangelio a los indígenas paganos pero
suficientemente aptos para recibirlo. Las acciones humanas se han desviado de
la intención original de Dios, y han cometido atrocidades contra los
amerindios; los elegidos han caído en cierto grado de culpa, pero los
auténticos responsables de la violencia son otros, que les han malaconsejado o
han seguido incorrectamente sus pasos; y Dios también retribuye, castiga en
esta vida sus culpas, ya para aliviarles las penas de la vida extraterrena, ya
como manifestación de su justicia.
La objetividad y la verdad de las
narraciones de la Historia quedan
suficientemente validadas por el uso de tan gran diversidad de fuentes
primarias y secundarias por parte del autor, así como por su carácter de
testigo presencial de muchos de los hechos narrados. El simplismo de la
antítesis indígenas-españoles es más un problema de estilo que de veracidad
histórica, al ser muchos de los actos violentos por parte de los europeos
corroborados en otras fuentes. De las Casas no solo conoció de primera mano la
condición de los amerindios, sino también a algunos de los protagonistas de la
historia nacidos en el Viejo Mundo, incluyendo al mismísimo Hernán Cortés. Sin embargo, la intención apologética
proindígenas del texto es un punto importante a tener en cuenta para el estudio
y el aprovechamiento de la obra en su conjunto.
Desde el punto de vista de los
argumentos jurídicos, políticos e institucionales que sirven de trasfondo a la
obra, el dominico denuncia lo que considera un abuso o incluso una traición del
sentido original de las Bulas de concesión, que priorizaban la evangelización
de los indígenas, labor que dada la racionalidad de estos podría haberse dado
de forma pacífica, pero que se llevó a cabo con violencia tal como se habría
ejercido con enemigos de la cristiandad. Los Reyes de España poseían solo la
concesión del "señorío universal" de las Indias Occidentales, por
ello, solo tenían derecho al cobro de moderados tributos, y debían respetar los
reinos y las soberanías nativas de la región. La responsabilidad de estos
abusos, como ya se dijo arriba, recae para el fraile no directamente en los
Reyes Católicos, sino en sus consejeros.
Finalmente, el prólogo de Saint-Lu
termina con una reseña histórica de la suerte corrida por la obra. El deseo
testamentario de De las Casas de la permanencia del manuscrito en el Colegio de
San Gregorio de Valladolid hasta su eventual publicación en 1600 no fue
respetado; siendo entregada en 1571 al Consejo de Indias, sirviendo como fuente
para la redacción por parte de Antonio de Herrera de la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra
firme del mar océano de inicios del s. XVII, obra en la cual si bien
defendía la tesis directamente contraria de la del dominico—a saber, la
minimización de las críticas de violencia por parte de los conquistadores—, se mostró
deudor de tal manera de la Historia de las
Indias que se llegó a acusar a Herrera de plagiarismo.
Durante siglos la obra permaneció inédita
a causa del criticismo que se le hacía a De las Casas, debido a su fuerte denuncia
de las acciones europeas. Finalmente fue publicada en 1875-1876 a cargo del marqués
de la Fuensanta del Valle y de don José Sancho Rayón, realizada a partir de una
transcripción tardía pero cotejada con una copia antigua revisada por el autor.
El autógrafo fue aprovechado solo a partir de la edición de México de 1951. A pesar
de que en el pasado se levantaron voces que se lo negaban, como Menéndez Pidal y
Rómulo D. Carbia, la opinión actual de los
estudiosos le reconoce con práctica unanimidad su alto valor historiográfico.
Me parece muy acertado el tema en cuanto al acercamiento a la obra de Fray Bartolomé y sobre todo la búsqueda minuciosa de la objetividad y la verdad en narraciones de la Historia, específicamente en las fuentes primarias, secundarias y presenciales por parte del autor; ellas son las que hacen verídicas las afirmaciones en cuanto el conocimiento del lo autóctono, entre ello su pensamiento.
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